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¿Cómo conseguir equidad de género promueve el desarrollo sostenible?

La equidad de género, al igual que la justicia social, implica reconocer capacidades, saberes, cultura y tradiciones de toda la población, sin relegar a nadie por su género, condición social, raza, o etnia. Ninguna decisíón que afecte directa o indirectamente a toda la población debe ser tomada sin considerar la realidad de todos y de todas.


Al asociarte con iniciativas dirigidas por mujeres o que las valoran y cuentan con ellas como fuerzas importantes, estás permitiendo que se abra paso una visión diferente y que se aborde la restauración y la conservación de los bosques con una óptica distinta.

Hace poco encontré una publicación que detalla la “sabiduría de la cultura kichwa en la Amazonía ecuatoriana”. Me hubiese gustado que sea un encuentro casual, sin embargo fue una búsqueda a propósito mientras reunía datos y hechos para lo que van a leer aquí. No puedo contener mi rabia al confesar que es muy poco lo que conocemos sobre estas comunidades porque el estudio de su historia y cultura no es un tema principal en la malla curricular de escuelas y colegios.


Kichwa es una de las nacionalidades indígenas de la Amazonía de Ecuador, es la más extensa y su nombre en realidad hace referencia a su lengua hablada: el kichwa. Entre un millar de datos fascinantes descubrí que los símbolos con los que muchas veces los Kichwa pintan su rostro tienen significados particulares y una razón de ser.


“Cada diseño se relaciona con las energías y habilidades de los animales, las plantas y los fenómenos naturales”. Por el objetivo particular de esta publicación, me llamó la atención uno en especial que se denomina “Las Semillas”.

La historia de este diseño cuenta que, antiguamente, había una mujer indígena que tenía dificultades para conseguir buenos cultivos en sus huertas, a veces las semillas no germinaban y pasaba días preocupada mientras buscaba alguna solución.


Un día, pensativa, al caminar por la orilla de un río, se sorprendió al ver que cáscaras de plátano y yuca bajaban impulsadas por la corriente del agua.


No dudó en seguir el camino de aquellas cáscaras río arriba para descubrir el lugar de donde provenían.


La mujer tuvo que sortear árboles y saltar algunas piedras, pero después de caminar un poco divisó una pequeña casa cerca de la orilla prácticamente escondida entre una gran diversidad de árboles y cultivos.


Dentro de la casa, la mujer divisó a otra mujer que se presentó como Nungulli y la invitó a pasar. La mujer, agradecida le contó que aquellas cáscaras le guiaron hasta allí y habló sobre su interés de trabajar la tierra y de los problemas que ha tenido para lograrlo.


Nungulli le contó que tenía el don de obtener buenos cultivos y le enseñó sus prácticas exitosas mientras compartían algunas de sus experiencias personales. Después de conversar un poco, la mujer volvió a su hogar y desde entonces, surgió en las comunidades la época de buenas cosechas.



La historia de Nungulli hace referencia al espíritu femenino, dueño de la tierra, de los cultivos, es quién trae la abundancia a la tierra. Su conocimiento es transmitido a más mujeres a través de generaciones.*



Conocimiento y Desarrollo Sostenible

El conocimiento es la información o habilidad que los seres humanos adquirimos a través de nuestra capacidad de identificar, observar y analizar los hechos de lo que nos rodea, pero es tan vasto que no existe capacidad temporal para aprenderlo todo y ahí está la clave de compartir conocimientos entre todos.

Las comunidades indígenas poseen conocimiento tradicional, que han heredado por generaciones.


Este conocimiento tiene un valor enorme cuando se trata de la relación de los seres humanos con la naturaleza porque tradicionalmente, son grupos de personas que viven en contacto con bosques naturales.


En el idioma kichwa de comunidades indígenas con el mismo nombre en la amazonía ecuatoriana, el Sacha Runa Yachay es el bagaje de conocimientos que posee el hombre y la mujer de la selva en torno a su mundo y que le permite coexistir con los demás seres de la naturaleza.


La tradición en esas comunidades es organizar el espacio físico en tres ámbitos, donde se desarrollan las diferentes formas de energía y vida: el “sacha”, el “yaku” y el “allpa”.

Sacha es el espacio de la selva donde habitan los animales, las plantas y las energías (espíritus) locales.


Yaku es el espacio fluvial donde habitan los peces.


Allpa es el espacio donde se realizan las actividades agrícolas, en cuyo interior habita el espíritu femenino que vitaliza la producción, Nungulli.


De ella entendieron que “aquel que quiere aprender algo debe acudir a la fuente, al que posee tal conocimiento. Es decir, aprender del que sabe”.


Lamentablemente, la colonización del conocimiento ha relegado los saberes indígenas y esto ha tenido una fuerte influencia en el incremento de la injusticia social. Erradicar esa injusticia, es reconocer que su experiencia y valores tienen un impacto positivo hacia el desarrollo sostenible, mismo que se traduce en el “bienestar para todos los habitantes del planeta”.


La sostenibilidad tiene relación con la dimensión ambiental, pero no solo hace referencia a lo ecológico sino también a nuestras acciones sociales, y a decisiones políticas y económicas. Cientos de estudios afirman que solo cuando la justicia social incluya equidad de género habrá un verdadero avance hacia el desarrollo sostenible porque el primero fortalece al segundo.

Ambos conceptos son de sobra conocidos, pero aún queda un largo camino por alcanzarlos porque en la actualidad, aún es muy común romantizar el trabajo de las mujeres, y especialmente el de las mujeres indígenas a quienes se les ha catalogado como “cuidadoras” de sus casas y del ambiente; un término utilizado con el fin de justificar trabajos sin remuneración.



Para alcanzar el desarrollo sostenible, no solo se trata de fortalecer un movimiento social que fomente el respeto al medio ambiente, sino de impulsar la participación de las mujeres en todos los entornos y en igualdad de condiciones y derechos que los hombres.


Ninguna lucha tiene sentido mientras haya personas a las que no se les permite levantar la voz y estudios de género afirman que cuando las mujeres participan en la toma de decisiones, la sociedad podrá moverse más rápido hacia la meta de un futuro sostenible tanto económica, social como ambientalmente.





Los papeles que cumplen las mujeres indígenas en sus comunidades, les convierte en custodias de conocimiento tradicional y cultura porque sus actividades han sido desde siempre relacionadas al trabajo de la tierra y el cuidado del medio ambiente.


Muchas veces, ese trabajo es invisibilizado o “romantizado” como una excusa para justificar la falta de remuneración, pero con ese hecho, se corre el riesgo de perder sus conocimientos y tradiciones.


Las consecuencias de esa pérdida serían palpables en las generaciones que vienen, con jóvenes que cuando entren en la etapa adulta tendrán que trabajar con un capital social debilitado que reduciría la capacidad para enfrentar a retos ambientales y sociales.


Por eso, las mujeres deben ser actoras centrales para la sostenibilidad y la transformación a un mundo más verde, pero esto no quiere decir incrementar el papel protectivo o reconocerlas como salvadoras, sino respetar sus conocimientos, derechos, capacidades e integridad de manera que se les asegure posiciones en la protección de los recursos y se les incluya en la toma de decisiones.

Es un llamado a imaginar un mundo sostenible en el que predomine la igualdad de género como pieza clave para la transformación.


Dentro de las comunidades, es común ver que las mujeres sean las responsables de la selección de semillas, de quitar la maleza de los campos cultivados, de recoger los productos, procesarlos y repartirlos.


También tienen actividades específicas para el mantenimiento de las fuentes de agua y el suelo. Todo este trabajo las hace poseedoras de saberes únicos que es la que se transfiere a generaciones más jóvenes.


The Problem

Las diferencias de género, ponen un peso enorme sobre los hombros de las mujeres y además las limita de oportunidades para demostrar sus capacidades con trabajos pagados. Si bien es cierto, ya existen ejemplos de liderazgos femeninos indígenas relevantes, pero sigue existiendo una gran brecha en cuanto a la participación y toma de decisiones.


A nivel ambiental, las mujeres son las más vulnerables ante los efectos del cambio climático especialmente en países en desarrollo, como gran parte de América Latina. Esto es, porque en un porcentaje superior al de los hombres, a las mujeres se les otorga la responsabilidad de garantizar la disponibilidad de agua, alimento y cuidados sanitarios de la familia que es lo primero en verse afectado debido a la crisis climática.


Esa realidad, sumada a las condiciones de pobreza, hace que sea cada vez más difícil para ellas garantizar la disponibilidad y acceso a estos recursos.


Adicionalmente, en América Latina, las mujeres poseen menos de 20% de la tierra y una de cada tres mujeres no tienen ingresos propios. Sin ese recurso monetario, también es más difícil para ellas obtener poder de decisión sobre acciones relevantes dentro de las comunidades.


A pesar de todos estos problemas sistémicos, las mujeres tienen el potencial, las ganas y el conocimiento para ser agentes de cambio esenciales que permitan que las comunidades indígenas trabajen colaborativamente entre hombres y mujeres para mitigar los efectos de la crisis climática y/o adaptarse a ella.


En Mushullakta, aunque los hombres todavía tienen mayor poder de decisión, existe mucho apoyo entre familias y respeto al trabajo que realiza cada persona.


Sin embargo, una de las diferencias más grandes es que, casi siempre, las mujeres trabajan pensando en construir un mejor futuro para las generaciones venideras.


Su compromiso con las familias es lo que las mantiene activas para desarrollar un bosque que les provea de alimento y salud.


El Camino Hacia la Sostenibilidad

Si en sociedad reconocemos el verdadero valor de las comunidades indígenas como elementos clave para la recuperación de áreas naturales, bosques nativos y biodiversidad, debemos también ser conscientes del poder de las mujeres para lograrlo.


No solo por ser las portadoras de los conocimientos ancestrales sino porque no es viable ni lógico dejar de contabilizar las ideas, el trabajo y el talento de casi la mitad de las personas.


Por eso, no es coincidencia que se haya demostrado un sinnúmero de veces que empoderar a mujeres y niñas incrementa las capacidad de acción para promover el desarrollo social y ambiental.



La Agenda del 2030 para el Desarrollo Sostenible y los 17 objetivos integran a la equidad de género como eje transversal. Además de ser un derecho, garantizar la equidad de género es una oportunidad de sumar ideas, capacidades y soluciones para enfrentar los desafíos de la crisis climática. Para lograrlo se puede:

  • Re-distribuir los trabajos de cuidado y no asumir que las mujeres deben ser responsables de las actividades de cuidado sin recibir remuneración.

  • Permitir que las mujeres también lideren la propuestas de alternativas que aseguren la soberanía alimentaria por medio de la implementación de la agro-forestería, permacultura y economías solidarias como el trueque de productos entre vecinos.

  • Redistribuir la tenencia de tierras y de recursos naturales en igualdad de condiciones para hombres y mujeres. En este caso particular se necesita una participación importante de los estados de cada país, pero es esencial para la distribución justa de productos.

  • Implementar caminos exitosos hacia el respeto de los saberes indígenas y entregarles oportunidades de mercado de los productos que se obtengan a partir de mecanismos de desarrollo sostenible de la tierra.

  • Erradicar las relaciones de poder y dejar a un lado la tendencia en la que personas ajenas a las comunidades locales se presentan como expertos sin considerar los saberes ancestrales y experiencias de trabajo de los indígenas.

  • Concentrar los esfuerzos en reconocer el conocimiento de todos y de todas como igual de válidos, importantes y útiles.

Investigaciones han demostrado que la participación equitativa es clave para asegurar el derecho al respeto de valores y tradiciones. Ante esta situación surge la pregunta: ¿cómo hacer que más mujeres se involucren en temas de sostenibilidad?

Es importante promover, apoyar e impulsar la creación de oportunidades de educación y alentar a más mujeres a ejercer papeles de liderazgo y toma de decisiones. Es necesario que las mujeres tengan la oportunidad de encontrar maneras innovadoras de apoyar en el proceso de adaptación a desafíos ambientales en cada una de las facetas de su vida.


Solo con equidad de género se puede lograr que las comunidades indígenas mantengan vivo el espíritu de Nungulli y heredar sus saberes ancestrales a las generaciones que vienen en base al sacha runa yachay que les permite vivir en la selva y coexistir con los demás seres de la naturaleza en respeto mutuo.

FUENTES:

  1. Alejandro Mendoza O.(dir), (2012). Sabiduría de la Cultura Kichwa de la Amazonía Ecuatoriana. Tomo II. Universidad de Cuenca, Ecuador

  2. Leach Melissa, Lyla Metha, and Prabhakaran Preetha (2014). Gender Equality and Sustainable Development. For the world survey on the role of women in development. UN Women.

  3. OECD (2021). Gender and the Environment: Building and Policies to Achieve the SDGs. OECD Publishing. Paris

  4. Krushil Watene & Mandy Lap (2015). Culture and sustainable development: indigenous contributions. Journal of Global Ethics, 11:1, 51-55.

  5. Agarwal Bina. Gender equality, food security and sustainable development goals (2018). Current Opinion in Environmental Sustainability, 34:26-32.

  6. Ray Isha (2015). Transformative Investments for Gender-Equal Sustainable Development. University of California, Berkeley

  7. Magni Georgia (2017). Indigenous knowledge and implications for the sustainable development agenda. European Journal of Education, 52:437-447.



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