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¿Cómo puedo crear un bosque comestible en mi propia casa?



Hace un par de meses, en nuestro newsletter empezamos escribiendo que: “Sí, el cambio climático es un asunto urgente, pero entender la biodiversidad debe ser primero”. Y no solo entender, sino conocer para apreciar, conservar y aportar con lo que esté a nuestro alcance. Existen procesos que podemos aplicar en nuestro día a día, cosas sencillas que ayuden a mitigar la crisis climática porque “lo que hacemos, cuenta”, dicen. Nuestras acciones cuentan para devolver a la tierra algo de tanto que nos da, pero también para influir en nuestros familiares, amigos o vecinos para que hagan lo mismo. Hay una manera de acercar la biodiversidad a nuestras casas, a la vez que regresamos a la tierra mucho de lo que nos provee. Huertos y jardines caseros, que cumplen un papel fundamental en la guerra contra el cambio climático.


Podemos poner algunos ejemplos de cómo lograrlo aunque las recetas no existen porque todo depende del tamaño del jardín y de las condiciones climáticas del lugar donde vivimos. Sin embargo, escuchar experiencias exitosas, ayuda a ganar la motivación para dar el primer paso. En este caso particular, les contamos la experiencia de María José Iturralde, la CEO de Humans for Abundance, que con esta pequeña (quizás no tan pequeña) acción, ha convertido una parte de su jardín en un verdadero bosque urbano. Tiene productos de los cuales se alimenta, crece plantas nativas que atraen a la fauna local (pájaros, mariposas, insectos, etc.), hace trueque de productos entre vecinos y su jardín tiene el poder de cambiar la relación con la naturaleza de cualquier persona que tenga la suerte de visitarla. Para mí, estar en su casa, es como entrar a un jardín escondido. Le hago preguntas sobre cómo fue el proceso, soy curiosa de saber qué es cada planta y mientras ella responde mi mirada se pierde entre tanto verde sin poder concentrarla en un punto fijo.


Me cuenta María José que para llegar a esto, lo primero, es reconocer que el proceso toma tiempo. Para ella fue vital contar con la ayuda de Florcita y aunque ninguna de las dos tenía el conocimiento necesario para desarrollar una huerta, ambas sabían que querían producir su propio alimento; sano y libre de químicos y empezaron a experimentar juntas.


Es un trabajo de ensayo y error que permite conocer lo que funciona mejor en cada espacio. El suelo en primera instancia, si no ha sido bien tratado, no tiene los nutrientes necesarios para que los productos crezcan, por eso, es esencial alimentarlo para que poco a poco vaya recuperando su función.


Entonces, parte de la sección de ensayo y error, es sembrar suelo.


  • Para sembrar suelo, la mejor manera de comenzar es haciendo compostaje, el trabajo de las lombrices para degradar la materia orgánica genera una gran cantidad de microorganismos esenciales en un suelo sano. Podemos sacar provecho de los desechos orgánicos de nuestras casas para convertirlos en tierra fértil y devolver al suelo sus nutrientes.


  • Luego, añadir algo de heces de animales como gallinas ya que proveen de nitrógeno al suelo, un nutriente esencial para el crecimiento de plantas y productos agrícolas.


  • Es importante cubrir el suelo con hojarasca que funciona como cobertura, es la piel del suelo. Sirve para mantener la humedad y temperatura apropiadas. Un suelo no cubierto se erosiona, pierde nutrientes y deja de cumplir con sus funciones.



Mientras ocurre el proceso de nutrición del suelo, se puede empezar con plantas rastreras porque con ellas se empieza a proveer al suelo de fósforo, otro componente esencial. Así, además de pintar el ambiente con diferentes tonos de verde, ayudan a proteger el suelo de los rayos del sol y eliminan la tentación de remover la tierra, que al contrario de lo que se piensa, no es una buena práctica porque le quita propiedades al suelo. Las plantitas de trébol pueden ser un buen comienzo.


María José me cuenta que, poco a poco, en su experiencia, conforme aumentan los nutrientes del suelo, se puede continuar con el sembrío de árboles frutales. No solo dan color al jardín, también aportan la vida necesaria para que regrese la fauna local, “la decisión de qué sembrar, también debe ser pensada tomando en cuenta a especies de animales que pueden alimentarse de productos de nuestro jardín” dice. Es como un trabajo en colaboración mutua, igual que el trabajo conjunto entre María José y Florcita, se dieron cuenta que se puede ofrecer alimento a aves e insectos mientras ellos ayudan a que las flores de los árboles sigan floreciendo gracias a que las polinizan. “En mi jardín las aves volvieron, comen nísperos, aguacate, chayote” añade.


  • También es recomendable sembrar especies enredaderas. Su forma particular de crecimiento es excelente para ubicarlas cerca de los soportes de cerramiento del huerto y aprovechar todo el espacio disponible. Estas especies mantienen la temperatura constante dentro del parche verde y generan un ambiente más amigable para todas las especies.




A medida que va creciendo la huerta, el período de ensayo y error continúa. El suelo ya está fértil pero ahora hay que saber qué crece mejor en el jardín según las condiciones de cada lugar, hay que conocer cuál es la forma ideal de ordenar las semillas y plántulas. Por ejemplo, hay especies que crecen hacia arriba y ocupan poco espacio en el suelo, estas plantas pueden sembrarse junto a otros productos de menor altura, o que crecen hacia los lados. Veo que la cebolla blanca que es una planta alta, está sembrada junto a la lechuga y una vez ahí el resultado es evidente: la una no le tapa la luz a la otra y ambas crecen bien. Ocurre lo mismo cuando veo que hay plantas altas de arveja y fréjol junto a la acelga y la espinaca; ese orden desordenado es el que más me llama la atención, es como romper los esquemas tradicionales de una agricultura donde destaca un solo producto.


Además de productos comestibles, las plantas ornamentales entran también en este juego y al final, “es como tener un jardín hermoso, que además produce alimento y atrae naturalmente a la fauna nativa, atrae a las abejas que llegan a polinizar”. Entre plantas rastreras, árboles frutales, enredaderas, y especies ornamentales aumenta la diversidad floral. La ventaja de tener muchas especies es que se aprovecha la biología de cada una en beneficio de las demás. Por ejemplo, hay especies ornamentales que atraen a nemátodos, tipos de gusano que pueden ser parásitos en plantas; en este caso, se benefician de su presencia o por lo menos no se ven afectadas, pero sin esa planta, estos nemátodos, igual presentes en el suelo, pueden perjudicar el crecimiento de productos comestibles. “Nuestra planta de tomate sobrevive gracias a las marigoldas que les tienen a los nemátodos entretenidos en otras cosas y por lo tanto no tienen tiempo de ir a molestar al tomate” cuenta María José entre risas. “Entre plantas se ayudan y eso es gracias a que sembramos diversidad”



Finalmente, este tipo de proyectos tienen también un impacto social muy positivo. En el mejor de los casos, podemos encontrar amigos, familiares o vecinos con un huerto en casa. Si cada quien siembra productos diferentes, entonces se puede hacer trueque. Es lo que hace María José con las otras personas de su barrio; me cuenta que “mi vecina tiene gallinas, produce más huevos de los que ella necesita y me los ofrece a cambio de algunos vegetales de mi huerta. A veces le doy aguacates, zucchini o chayote, según lo que tenga disponible, o ella necesite”.


Es mucho mejor cuando el trabajo es colaborativo. Florcita es la mano derecha de María José, con ella han compartido conocimientos y experiencias, y cada vez se hacen más expertas en el proceso. Ahora la cosecha de productos es una actividad que comparten cada día y que les permite alimentarse junto a sus familias de productos frescos y sanos.



El impacto de estas acciones también es económico y ambiental, sólo con el hecho de producir nuestra propia comida y tratar los desechos orgánicos de manera adecuada se reduce en un gran porcentaje la huella de carbono. A nivel mundial, la producción de comida es causante del 26% del total de emisiones de gases invernadero a la atmósfera, parte de ese porcentaje corresponde a comida que se desperdicia ya sea en el proceso de distribución, o en los hogares. Producir nuestra propia comida reduce el impacto, el desperdicio y el gasto de transporte. La clave está en entender que no somos dueños del planeta, somos habitantes de un espacio prestado con una inmensidad de bondades que debemos aprovechar, pero con el respeto y cuidado que se requiere.


Cuando salgo de la casa de María José y la puerta se cierra detrás mío, me embarga de repente un sentimiento de acción. Recuerdo que tengo dos jardineras muy pequeñas que han permanecido sin uso hasta “el día en que tenga más espacio…” Pero ahora sé que el espacio no debería ser un limitante. Mi mente se imagina un pequeño jardín con plantas nativas que atraen a colibríes y mariposas. Paso a paso, repito en mi cabeza. Quizás una planta de menta y una lechuga para mis ensaladas frescas de cada día es una buena manera de empezar. Espero con ansias conocer cuál será el resultado…



Diseñar un huerto en casa es como jugar con nuestra creatividad para lograr que ocurra un cambio. Mira a tu alrededor y observa las posibilidades. Mientras tanto, también puedes elegir las acciones directas que llevan a cabo los restauradores de Humans for Abundance que ya están haciendo el trabajo. Nos encantaría que formes parte del equipo.



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