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Devolviendo el sonido al bosque

Updated: Jan 4, 2022



Para Omar Tello, nuestro restaurador estrella con más de 30 años de experiencia, una de las características más importantes que notó durante el proceso de devolver la vida a su terreno, fue el resurgimiento de sonidos de animales. Gracias a estos sonidos, cuenta que ahora puede descansar. Es a través de los sonidos que él va notando la llegada de especies que antes no existían en su bosque y que constituyen un medio de información y de conexión con la biodiversidad.


Los sonidos son una fuente de información inagotable. Éstos pueden clasificarse de acuerdo a la fuente que los emite. De esta manera existen los sonidos producidos por los seres humanos y sus creaciones (también llamados antropofonía); y de origen no humano (también llamados biofonía y geofonía). Dentro de la antropofonía se encuentran los sonidos generados desde el cuerpo humano (voluntarios e involuntarios) y los emitidos a través de objetos creados por el humano (como máquinas). Mientras tanto, dentro de la biofonía se encuentran los sonidos generados a través de organismos vivos como animales, plantas y bacterias; por último, dentro de la geofonía se reúnen los sonidos emitidos por los elementos no biológicos como el agua, viento, fuego y tierra. El paisaje sonoro constituye la combinación de todos los sonidos antropofónicos, biofónicos y/o geofónicos generados en un espacio y tiempo determinados.


En los últimos años se ha estudiado cómo el paisaje sonoro puede indicarnos si el bosque está saludable. Así como los doctores escuchan el corazón para saber si estamos sanos, los ecoacústicos escuchamos los bosques para determinar su estado. Esto parte de que si traducimos el sonido a imágenes –a través de espectrogramas de combinaciones de frecuencias (medida de la velocidad de vibración de onda), amplitudes (medida de la variación máxima de desplazamiento de onda) y tiempo– veremos que en un bosque sano todas las especies ocupan un lugar y tonalidad específica dentro del espacio acústico, como una orquesta musical en la que cada instrumento tiene su propio espacio, tonalidad y tiempo. Así, el sonido del bosque se distribuye armónicamente a lo largo del espectro acústico, resultado de miles de años de evolución conjunta entre el bosque y sus habitantes. La evolución permitió que las especies se adaptaran físicamente, como en el caso del complejo aparato vocal del mono aullador, y que también adoptaran un comportamiento de «respeto al puesto de otros». Más que una competencia por el espacio sonoro, se puede decir que hay una relación mutuamente beneficiosa para escuchar y ser escuchados. Es por medio del espacio sonoro que los habitantes del bosque se comunican entre sí y conocen lo que ocurre dentro del bosque y, de esta manera, pueden seguir perpetuando su especie.


Sin embargo, este ordenamiento sonoro es frágil y puede alterarse con la intervención humana. Por ejemplo, en un bosque donde existen ruidos de maquinaria, podemos observar espacios vacíos en el espectrograma. Esto indica la ausencia del canto de animales que existían en el bosque antes de la llegada del ruido. A esto se le llama «fenómeno del bosque vacío». En este tipo de áreas también sucede que hay un solapamiento entre las voces de especies, como resultado del ingreso de especies invasoras o de áreas degradadas dentro del bosque y de sonidos antropofónicos (como el ruido de motores), dentro del mismo rango de frecuencia. Esto provoca que las especies canten diferente para adaptarse al «nuevo ambiente», como por ejemplo subiendo o bajando la frecuencia de su canto con los años, o que dejen de comunicarse. El canto puede indicarnos, además, el estado de salud no solo del ecosistema sino de una población en particular. Por ejemplo, existe más variedad en el canto de aves que viven en hábitats no fragmentados porque ellos están más saludables, tienen los recursos que necesitan para vivir y, por tanto, cantan más. Es decir, en un bosque saludable tendremos más cantantes y una música más variada.


A medida que se desarrolla nueva tecnología, los científic@s recurrimos a ésta para seguir buscando respuestas y métodos eficientes para evaluar y monitorear la biodiversidad y salud de un ecosistema. La importancia de escuchar más y entender lo que el paisaje sonoro tiene por decir se vuelve cada vez más evidente en el mundo académico. Curiosamente, los datos científicos en el tema cada vez más señalan aquello que ya se ha venido diciendo desde el conocimiento indígena ancestral Kichwa: «un bosque sano es un bosque que canta». La relación con el sonido es de vital importancia para muchas comunidades indígenas amazónicas del Ecuador; el canto del bosque es considerado la vida misma que se manifiesta, y sin él mismo moriría su cultura.





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